lunes, 12 de diciembre de 2011

Retrospectiva

A unos minutos de continuar con una "tradición" que ya creía olvidada. Sabina solía ir de compras navideñas con su hermano mayor, cuando era pequeña y no tenía más que $200 para comprar los regalos de toda la familia, iba con su hermano y éste la ayudaba a escoger regalos. Los compraban entre los dos, siempre ponía más dinero él, no tenía lo que tiene ahora o lo que pronto tendrá, era solamente un estudiante universitario sin un sueldo.

El árbol de navidad se ponía en el pasillo de la casa, el que iba del comedor a las recámaras. Sabina sonreía mucho toda la temporada porque el árbol literalmente se atascaba de regalos, la mayoría eran para ella, la menor de la familia siempre recibía más obsequios. Cuando su madre y ella se mudaron fuera de casa de papá, Sabina extrañó muchas cosas: el perro, el árbol, tener un patio para jugar con sus pocas amigas, el baño amplio.... no extrañó a su padre. Hoy, seis años después de haber salido de casa de papá, aún se humedecen sus ojos al pensar en el hermoso labrador dorador que tuvo que dejar, pero no por papá. Cada año le compra un regalo, casi siempre algo pequeño y más significativo que real, unos boxers, dulces sin azúcar, porque es diabético, un abrazo esporádico junto con un "te quiero".

Hoy voy a ir a comprar regalos con mi hermano, como lo hacía cuando pequeña. Ahora las cosas son muy diferentes, no hay árbol para ponerlos, él paga los suyos y yo los míos, nos acompañará Colibrí, no tenemos árbol dónde ponerlos. Este no es el primer año que mamá y yo no ponemos árbol de navidad, creo que ya no nos emociona tanto como antes, la casa de papá se quedó algunas cosas que no sé si podamos recuperar. Quisiera que fuese mía.

YoSabina

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